sábado, 2 de septiembre de 2023

PONFERRADA-LUARCA-SANTIAGO-FINISTERRE

 

 PONFERRADA-LUARCA-RIBADEO-FOZ-SANTIAGO DE COMPOSTELA-FISTERRA. DEL 21 AL 25 DE AGOSTO DE 2023.


Después de muchas dudas, me decidí, casi sobre la marcha y de forma improvisada, por esta ruta, ya que mi idea original era llegar a Fisterra, pero saliendo desde la puerta de mi casa, en Calera de León, a través de la Vía de La Plata, sin embargo, el aviso de altas temperaturas me hizo desistir del plan inicial.

Así el domingo, veinte de agosto, a media tarde salí en coche en dirección a Ponferrada a donde llegué un poco antes de las once de la noche, alojándome en el albergue de peregrinos, gracias a que Lucía, una de las hospitaleras, me hizo el favor de esperarme, pues el albergue cierra a las diez y media. A la mañana siguiente, antes de amanecer ya estaba cargando los bártulos en la bici, con el pellizco en el estómago, provocado por los nervios propios de la incertidumbre que me generaba el inicio de una ruta desconocida en solitario.

La intención era la siguiente: trazaría una perpendicular desde Ponferrada hasta el Cantábrico, que alcanzaría a la altura de Luarca, después continuaría pegado a él en dirección oeste, a continuación, en algún punto que todavía no tenía decidido, giraría hacia el suroeste hasta llegar a Santiago de Compostela. Terminaría mi paseíto en el cabo de Finisterre.

Otra cosa que no tenía clara era qué haría para volver al coche. Aunque sea alterar el orden de los acontecimientos os lo cuento ahora: lo que hice fue embalar la bici en Finisterre para llevarla conmigo en el autobús hasta Santiago (ojo, esto no sabréis si podréis hacerlo hasta el momento de sacar el billete en la taquilla de la empresa Monbus en Finisterre, por lo que os recomiendo ir con tiempo). De Santiago a Ponferrada tomé un bus de la empresa Alsa, que tiene un número limitado de bicicletas para llevar por trayecto y cuyo transporte hay que contratar al comprar el billete. Es por ello que conviene comprar el billete con la mayor antelación posible, sin embargo, este consejo que os doy yo no lo seguí pues compré el billete sobre la marcha, cuando iba en el autobús de Finisterre a Santiago.


Y ya que estamos con la logística detallo la lista de cosas que llevé:

TALLER:

Llaves allen.

Desmontadores, cámaras (2), bombonas de aire (2) y bomba.

Aceite.

Cinta américana.

Bridas.

Navaja.

Bote portaherramientas.

Botella para el agua.

ASEO:

Pasta y cepillo de dientes.

Crema solar e hidratante.

Crema antirozaduras.

Detergente

Desodorante.

ROPA:

Calcetines(3)

Calzoncillos(3)

Coulotte y maillot (2)

Zapatillas bici

Camiseta manga corta (3)

Camiseta larga (1)

Pantalón corto

Pantalón largo

Manguitos

Guantes (cortos y largos)

Cubre zapatillas

Impermeable

Chaleco

Zapatillas descanso

Gorra 

Casco

OTROS:

Móvil y cargador

dni

Dinero y tarjetas

Ya puestos, también os dejo los datos objetivos de la actividad, así como el track completo:

Distancia: 540 km

Desnivel positivo: 8500 m

TRACK

 

Tras haber dado cuenta de lo prosaico paso a la “parte elevada” del relato, es decir a la descripción de las etapas:

ETAPA 1 (21/08/2023):

 PONFERRADA-CANGAS DEL NARCEA. 109 KM. 1800 M D+. 5H 20 MIN ( EN MOVIMIENTO) 7 H (TIEMPO TOTAL)

TRACK

ALOJAMIENTO: HOTEL MOLINÓN (CANGAS DEL NARCEA) 40€

Me levanté a las seis de la mañana, pues no tenía nada preparado y quería ir con tiempo de sobra para poder gestionar bien los nervios propios del primer día. (¿Funcionará el track?, ¿se me habrá olvidado algo importante?, ¿y si se rompe algo a medio camino y encima solo? ...¡Alto!!, ¡todo va a ir bien, cojones!)

A las siete y media de la mañana ya estaba haciendo la primera foto del viaje delante del famoso castillo de Ponferrada. Con cuidado fui siguiendo el track y al poco estaba fuera de la ciudad.

Castillo de Ponferrada.

Los primeros veinticinco kilómetros transcurrieron alternando tramos de pistas, caminos, algún tramo muy corto de sendero y carreteras secundarias. Al poco llegué a Toreno, donde paré desayunar, en el bar La Espiga, un buen café con leche y una hogaza de pan con mantequilla. De camino, pasé por el ayuntamiento para sellar la credencial de peregrino (muy útil, por cierto, pues parte de mi ruta coincide con el camino de Santiago y en algunos albergues es obligatorio presentarla para pernoctar). Iba bien de tiempo, pues había tardado menos de hora y media, así que me animé bastante.

Desde el principio el camino ha sido ascendente. Después de Toreno seguí la CL 631 (siempre picando hacia arriba) hasta que la abandono en el km 42, girando a la izquierda para afrontar el único puerto como tal del día, que termina en el límite de la comunidad con Asturias y que sobre la carretera (en realidad un antiguo camino minero asfaltado) no tiene nombre, aunque en algún mapa he visto que se refieren a él como collado de San Antón. Con nombre o sin él, estamos hablando de 13 km de ascenso en los que se superan 700 m de desnivel. Por suerte en el medio del puerto hay una fuente a la izquierda, según subimos. Extensos bosques de coníferas refrescan un poco el ambiente en esta zona y prevalecen hasta bien iniciado el descenso.

Y ahora a bajar como un campeón. En el kilómetro 61 llegué a un cruce en el que me equivoqué y tiré a la derecha, empezando a subir el puerto de Cerredo. Cuando me di cuenta del error ya me había comido dos kilómetros de subida del puerto. Volví sobre mis pasos y a partir de aquí todo fue llano y bajada hasta Cangas del Narcea, salvo una pequeña subida en el kilómetro 80 de dos kilómetros (Puerto de Rañadoiro). Tras el puerto tuve que atravesar el túnel del mismo nombre, que tiene dos kilómetros de largo y que no me hizo ni puta gracia.

Hasta el túnel he ido por un magnífico valle, habitado por osos, según rezan los carteles, cubierto de espesísimos bosques mixtos en los que predominan las hayas sobre las coníferas.  

Después nada reseñable, salvo las ganas de llegar y echar unas cervezas.

La tarde la dediqué, después de una buena siesta, a pasear por Cangas (impresiona el puente peatonal colgante), hacer algunas compras, tomar unas cervecillas y cenar en un sitio que se llama Street Food, donde me apreté una hamburguesa con cecina bastante rica. Decir que Cangas tiene una calle principal llena de terrazas, que es de lo más agradable.



Mañana más.


ETAPA 2 (22/08/2023):

CANGAS DEL NARCEA-NAVIA. 101 KM. 1900 M D+. 5H 30 MIN ( EN MOVIMIENTO) 7 H 30 MIN(TIEMPO TOTAL)

TRACK

ALOJAMIENTO: ALBERGUE DE NAVIA 12€

La mañana ha salido nublada y con orballo (orbayu que dicen les asturianes). Menuda delicia viniendo de los calores insoportables del sur. Era tan agradable la sensación que salí solo con el maillot. Antes desayuné en el bar del hotel un café con leche y un croissant.   

En este día llegué al Cantábrico, para ello tuve que superar cuatro puertos, no muy largos, pero sí intensos, que me hicieron llegar con las piernas bien calentitas.

Abandoné Cangas por la misma carretera que traje ayer y que no dejé hasta que llevaba dieciocho kilómetros, todos ellos picando hacia abajo. Una gloria auténtica, preludio de la paliza que vendría después. En este tramo pasé por Corias, núcleo urbano perteneciente al concejo de Cangas de Narcea y entrada al parque natural de Las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, en el que destacan el puente medieval y el sublime monasterio de San Juan Bautista, conocido popularmente como el Escorial asturiano.  

Puente y monasterio de San Juan Bautista en Corias.

Cuando llevaba dieciocho kilómetros giré a la izquierda, tomando un camino asfaltado que me llevó a Sorribas, un kilómetro con 170 metros de desnivel positivo para ir calentando. Después del pueblo hay infinidad de cruces que me hicieron parar en repetidas ocasiones. En una de esas paradas salió una mujer mayor de su casa y al verme me dijo “¿Qué paso?, ¿cansaste?”, “no, es que he parado para ver por dónde es el camino al puerto de La Llama”, “espera, que llamo al hijo”, y salió el hijo, igual de amable que la madre, para explicarme como ir. Así llegué al puerto coincidiendo con el cruce con la carretera, donde cogí en dirección Gera/Xera. Tras pasar este pueblo, allá por kilómetro 29, volví a coger otro camino asfaltado que sale a la izquierda y que me llevó a Campiello, para llegar allí me tocó superar un nuevo puerto de 4 km de longitud. Eran las once de la mañana, buena hora para echar una cerveza y un pincho, jejeje.

Típico horreo asturiano con el tejado a cuatro aguas.

Sorribas.

A partir de aquí fui por carretera hasta el final. Del bar salí a la izquierda, para al poco rato encontrar un cruce a la derecha en el que ya indicaba la dirección a Luarca. Estuve bajando un rato hasta que en el kilómetro 41 comenzó el puerto de Forcayao que terminaba en el kilómetro 47 en un gran prado con magníficas vistas en el que me paré a tomarme una nectarina, que me supo a auténtica gloria.

Nueva bajada hasta Navelgas. A la salida del pueblo arrancaba la subida al puerto de Aristébano, última dificultad de la jornada. Se trata de un puerto de nueve kilómetros, dividido en tres partes: tres kilómetros iniciales muy duros, un descanso de un kilómetro y otros cinco kilómetros hasta la cima, menos duros que los primeros.

A partir de aquí disfruté de un descenso casi infinito que concluyó en las mismas puertas de Luarca. Luarca es una villa marinera con mucho encanto, llena de edificios decimonónicos, en la que destaca sobremanera su puerto, lleno de sitios encantadores para comer. Yo a comer no paré, pero a echar una cerveza en tan señalado lugar, sí, y es que uno tiene siempre que adelantarse a los peligros de la deshidratación, jejeje.

Ayuntamiento de Luarca. 

Puerto de Luarca.

Para llegar a Navia no me compliqué y lo que hice fue seguir la N 634.

Al llegar al pueblo me dirigí al albergue, en el que me recibe el encargado, Aurelio, un tipo muy amable, con ganas de agradar y ayudar. El local es básico, pero acogedor, se compone de salón-cocina, aseos, zona de lavado y un dormitorio común. En el precio están incluidas las sábanas desechables.

La tarde la dediqué a comer algo en el puerto y pasear. A las diez y media había que estar metido en el sobre. Normas del albergue.

Puente de Navia

Puerto de Navia

Ría de Navia.


Mañana más.

ETAPA 3 (23/08/2023):

NAVIA-ABADÍN. 100 KM. 1500 M D+. 6H ( EN MOVIMIENTO) 8 H 30 MIN(TIEMPO TOTAL)

TRACK

ALOJAMIENTO: ALBERGUE XABARÍN EN ABADÍN 17€

Salí a las 7:30 cuando todavía no había amanecido. Crucé el pueblo y busqué el camino de Santiago. El trayecto es duro y farragoso hasta llegar a Jarrio. Luego se alternan tramos de camino y carretera hasta llegar a Tapias de Casariego, pueblo que destaca por sus acantilados, playas salvajes y su pequeño puerto. Allí paré a desayunar.

Dejo Navia antes de amanecer.

Acantilados en Tapias de Casariego

A continuación, el camino es sencillo hasta llegar a la ría de Ribadeo, frontera natural entre Asturias y Galicia. Para cruzarla hay un puente por el que va la autovía, que a ambos lados tiene un paso para ciclistas y peatones.

Ría de Ribadeo


Al cruzar, dejando Ribadeo a mi izquierda, continué paralelo al mar hasta la ría de Foz. La pista asfaltada por la que fui va pegada al mar por un territorio de soberbias playas, grandes acantilados y puertos situados en lugares imposibles. Entre las playas destaca la famosísima playa de Las Catedrales y en cuanto a los puertos, a mí me gusto especialmente el de Rinlo. Esta parte fue un paseo de unos veinte kilómetros en el que a cada momento tenía que andar parando para echar fotos o simplemente para deleitarme con el paisaje.

Puerto de Rinlo

Así a las tres horas y media desde que salí de Navia me había plantado en la ría de Foz. Salí de allí tras un par de pérdidas y en cuanto viré hacia el sur para volver a la N634 sentí el tremendo bofetón de calor que me hizo presagiar lo mal que lo iba a pasar después.

Foz

El camino comienza a subir sin prisa ni pausa. Cuando llevaba setenta kilómetros llegué al bonito pueblo de Lourenzá. El calor era insoportable. Seguí subiendo y ocho kilómetros después llego a Mondoñedo. Aquí estuve dudando si continuar o no. Al final decidí (después de pertrecharme con 2,5 litros de agua helada, metiendo botellas en todos los huecos que tenía en las bolsas) seguir. Afrontaría los diez kilómetros de subida que tenía por delante por la N634.

Lourenzá


Decidí que intentaría parar cada cinco kilómetros en una sombra para recuperar un poco. Literalmente asfixiado llegué al kilómetro 92, donde me desparramé en una parada de autobús abandonada que me brindaba sombra. En estas estaba cuando pasó una familia en un coche, se paró y me dijo “muy buenas, ¿sabes que al otro lado de la carretera, si sigues por ese camino, a unos cien metros tienes una fuente?”, lo miré con los ojos que se me salían de las órbitas, “¡no me digas! Muchas gracias”, y salí tirado en su busca. Cuando llegué me encontré allí a Juan, un sevillano que estaba haciendo el camino de Santiago a pie. Mientras hablaba con él no paraba de llenar botellas de agua y echármelas por encima a modo de ducha. Recuerdo que el placer fue cercano al éxtasis.


Reconfortado después de beber y “ducharme” continué camino hacia Abadín, coronando al poco tiempo el alto da Xesta. Por suerte en esta parte el camino se embute en un espeso bosque cuya sombra me hizo más llevadero el tramo final.


El camino llega al pueblo y te das de bruces con un bar. Entré y le dije al dueño “buenas tardes, cerveza fría no tendrá usted, ¿verdad?”, él me miró, con ese aire que tienen los gallegos de no saber si vienen o si van, y me dijo “algo hay”. Mientras me refrescaba escuchaba las conversaciones de los parroquianos en gallego, de entre ellos que me llamó la atención uno al que no le entendía absolutamente nada, salvo las blasfemias que profería en castellano a intervalos de treinta segundos.

Recuperado y reconfortado ya solo me quedaba buscar el albergue. Cuando llegué me llevé la grata sorpresa de que tenía aire acondicionado, además las habitaciones eran de seis (yo compartí la mía con dos personas: uno era un italiano de Cerdeña, enjuto, sesentón, vestido como si fuera a entrar en Pachá, lleno de pulseras y collares con motivos alusivos al camino de Santiago y con una experiencia en este como para escribir siete libros, el otro era un tinerfeño calvete, de aspecto bonachón y muy agradable en el trato, que venía andando desde Irún, quien, por cierto, cumplió su advertencia de que roncaba por las noches como un búfalo ), con sábanas de tela, toallas y desayuno incluido. Además, el señor del albergue era amabilísimo.

Aguilucho en el ayuntamiento de Abadín. ¡Vaya tela!

A eso de las ocho salí a tomar algo. Me metí en uno de los tres bares y cuando estaba tomando una cervecilla pasaron dos tipos, uno de ellos con una camiseta de Extremadura, “¡acho, paisanos!”, me miraron, “¡cooño! y, ¿tú de dónde eres?”, “yo soy de Calera de León y ¿vosotros?”, “de Cilleros, ¿sabes dónde está?”, “creo que sí, ¿Hurdes…Gata?”, “allí mismo”. Eran Maxi y Valentín, el primero vive en Lazkao y es bastante comedido, el segundo es un torbellino y contumaz experto en “echar la caña”, jejeje. Cenamos juntos y nos despedimos sin idea de volver a vernos. Dos tipos bien agradables, sí señor.

Tras un día tan intenso dormí como un zagalino a pesar de los rugidos de mi compañero chicharrero.

Mañana más.


ETAPA 4 (24/08/2023):

ABADÍN-SANTIAGO DE COMPOSTELA. 138 KM. 1600 M D+. 8H 15 MIN ( EN MOVIMIENTO) 11 H(TIEMPO TOTAL)

TRACK

ALOJAMIENTO: HABITACIÓN EN CASA PARTICULAR (40 €)

Como cada día salí bien temprano después de desayunar en el albergue. El camino va justo por detrás. Hoy el paisaje será diferente pues hasta Baamonte rodaré por la Terra Chá, la Tierra Llana, para después ir por continuos sube y bajas hasta Santiago. En la Tierra Llana predominan los prados ganados a los bosques, que aún se mantienen a ratos. Después de la Tierra Llana el bosque vuelve a ganar protagonismo.


Empecé sin tener una idea clara de donde acabaría mi jornada. Iba pedaleando sin muchas prisas haciendo fotos aquí y allá, cuando volví a encontrar a mis paisanos. Sin decir nada hacemos el pacto tácito de pedalear juntos. Llegábamos al poco a Villalba y, como casi siempre pasa al salir de localidades grandes, tuvimos problemas para encontrar el camino correcto. Entre bromas y risas avanzábamos rápido alcanzando Baamonte. En este tramo hemos cruzado algunos puentes medievales, entre los que destacaría el puente de san Alberte. Después llegábamos a Miraz. En el siguiente trecho tuvimos que pasar algunos tramos técnicos por terreno rocoso entre berrocales que nos recordaron a Los Barruecos.

Puente de San Alberte


Y como el que no quiere la cosa habíamos llegado a la laguna de Sobrados dos Monxes, que está un poco antes del pueblo homónimo. En el casco urbano destaca sobremanera el imponente monasterio que hace las veces de albergue de peregrinos. A estas alturas llevábamos ya 84 kilómetros.

Monasterio de Sobrado


Maxi y Valentín me dicen que ellos se quedan allí y de hecho llaman a un albergue para ver si hay plazas. Yo les digo que entonces me tomo una cerveza con ellos a modo de despedida y que luego sigo camino, como mínimo hasta Arzúa. Sin embargo, cuando estamos casi rematando la cervecina Maxi dice “pues nos vamos contigo, ¡cojones!”. Así que dicho y hecho.


En el kilómetro 96 llegábamos a Boimorto. Aquí se planteaba una nueva disyuntiva, pues hay dos caminos posibles para llegar a Santiago: uno que va por el sur y te lleva a Arzúa en unos diez kilómetros, y otro que va por el norte y te planta en Santiago en algo menos de cuarenta kilómetros. Ellos tenían claro que tiraban para Arzúa y paraban allí, yo, tras pensar unos minutos, decidí que me iba para Santiago. Abrazos y despedida, y cada cual por su lado. Una suerte haber coincidido con estos dos, la verdad.

La posibilidad de alcanzar Santiago de Compostela aquella misma tarde me dio fuerzas renovadas. Al poco empiezo a ver muchos coches aparcados y después mucha gente con ambiente de fiesta, hasta que llega un punto en el que andan por la carretera en lo que parece una romería. Paro y le pregunto a dos mozas “hola, ¿qué es esto que tenéis montado aquí?”, una de ellas me dice con un marcado acento gallego “una romería…¿de dónde vienes?”, “de Abadín”, “vendrás reventado de pedalear…”, se acerca la amiga “¿a dónde vas?” , “a Santiago”, “eso está lejos todavía…, anda, para y tomas una copa con nosotras…” El diablillo que está sobre mi hombro izquierdo me hace sonreír, pero el angelito del hombro derecho me hizo decir “mejor sigo que todavía tengo camino…hasta luego mozas”

Típico horreo gallego con el tejado a dos aguas

Y después de esto poco hay que reseñar del resto del camino, salvo que tras pasar por Lavacolla (km 120) y el monte do Gozo (km 133) llegué a Santiago, donde me encontré que los albergues en los que preguntaba estaban llenos y por casualidad me dieron alojamiento en una habitación que tenía el dueño de un bar que se llama Tapa Tapiña.

La habitación es confortable, aunque está descuidada y un poco sucia, pero con la paliza que llevaba me hizo las veces de un palacio. Me duché y me fui andando al centro, que está a unos diez minutos. Cené (mejillones a la vinagreta y polvo a feira) y estuve paseando recreándome en los mil rincones que esconde el casco histórico de Santiago. Me acosté tarde para lo que acostumbro durante este viaje, a eso de la una de la madrugada.



Mañana más.


ETAPA 5 (25/08/2023):

SANTIAGO DE COMPOSTELA-FISTERRA. 96 KM. 1800 M D+. 7H ( EN MOVIMIENTO) 8 H 30 MIN(TIEMPO TOTAL)

TRACK

ALOJAMIENTO: ALBERGUE ROSTRO A MARE (16 €)

 Y llegó el último día mi viaje. Quizás de los más duros y bonitos, seguro que el más emocionante.


Me levanté a eso de las ocho y a las nueve ya estaba con la bici lista para seguir viajando en el Obradoiro. Bajé a la rua das Carretas para ir a la oficina del peregrino. Allí hice varias gestiones: la primera fue ir a donde me darían la Compostela, después, dentro del mismo edificio, fui a la oficina de turismo para pedir información acerca de cómo ir a Fisterra. Me atendieron dos mujeres tan amables como operativas que me dijeron, aparte de darme toda la información que necesitaba, que la oficina de Correos y la oficina de la empresa de autobuses Monbús, encargada del trayecto de Finsterre a Santiago, estaban en aquel mismo edificio, pero que no abrían hasta las diez y media. Así que iba a tocar esperar, pues era vital para mí saber cómo podría traer la bicicleta de vuelta. Llegó la hora; en Correos me dijeron que mañana iba a ser imposible facturar la bici desde Finisterre al ser sábado y que tendría que esperar al lunes; en Monbús me contaron que en principio podría traer la bici en el autobús, pero que la última palabra la tenía el conductor. Con esta incertidumbre me fui a la calle con la certeza de que me iba para “el fin del mundo” y que ya se me ocurriría algo para volver.


De esta manera a las once de la mañana estaba montado en mi bici junto al famoso “km 0”(enfrente de la oficina del peregrino) dispuesto a partir para Finisterre. La salida de la ciudad desde la oficina del peregrino es muy sencilla.

Última vista de Santiago

El principio del recorrido fue duro y técnico, con continuos sube y baja. En el kilómetro 14 tuve que superar una cuesta de 2 km en la que se acumulaban 250 m de desnivel. Cuando llevaba 19 kilómetros llegué a Ponte Maceira, una pedanía del concejo de Negreira en la que destaca dentro del muy bien cuidado casco histórico su puente medieval sobre el río Tambre, construido sobre los restos de un puente romano. Para algunos el pueblo más bonito de Galicia.


Tras Negreira otro cuestarrón de tres kilómetros. A mitad de camino más o menos, en el km 45 exactamente, paré en casa Vitoriano (Maroñas) a tomar un bocadillo con un par de cervezas y descansar un rato. Continué camino a través de subidas y bajadas cada vez más pronunciadas hasta que llegué a Oliveroa (Km 57). A la salida del pueblo otros cinco kilómetros de subida, pero el fin se iba viendo más cerca y esto hacía que se me recargasen las baterías.


Allá por el kilómetro setenta terminé de subir y vi por primera vez el océano Atlántico. Emocionante.

Cee

Bajada más o menos cómoda hasta llegar a Cee. A la salida del pueblo me encontré con un kilómetro absolutamente infernal en el que no me bajé de la bici por pura vergüenza torera. Al poco me topé con una fuente en un prado y paré un ratillo.


Desde la fuente inicié un descenso, a veces bastante técnico, que me dejó en la playa da Langosteira, ya casi pegados a Finisterre. La senda continuaba pegada al mar hasta adentrarse en el pueblo. Una vez que lo dejé atrás solo me quedaba recorrer los tres kilómetros al 6% de pendiente que me separaban del “faro del fin del mundo”

Donde acaba la tierra está Fisterra.
Playa de Langosteira

Al llegar recorrí el cabo, después me fui a la terraza del bar para tomarme unas cervecinas contemplando el sol reflejarse sobre el espejo del océano.

¡Qué buen viaje!

 


Espero que os haya gustado.

 

 





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